Año 7. Edición número 313. Domingo 18 de Mayo de 2014
Arriba izq.: la revista. Cada ejemplar es único porque las tapas están hechas con sténcil.//Arriba der.: resistencia. Varios jóvenes asistieron a la presentación y demostraron su apoyo.//Abajo izq.: puntos de vista. Yair Biela, Silvina Prieto y Luis "el chino" Sanjurjo al frente de Elba. // Abajo der.: las pasiones. ese fue el tema del número.
Qué es la revista Elba, hecha por detenidos de Ezeiza y Marcos Paz, que busca cambiar la ley que prohíbe trabajar en consejos administrativos a ex presos por robo.
Luis El Chino Sanjurjo era profesor en la carrera de Comunicación de la UBA y hace seis años, en una de sus clases, una alumna que trabajaba en el Ministerio de Justicia le comentó que la bibliotecaria de la cárcel de Ezeiza estaba buscando alguien que pudiera hacer un seminario de lectura acompañada de tres o cuatro clases porque veía que las mujeres del penal sólo retiraban libros de autoayuda y novela rosa y quería ver si se podía generar un interés por otro tipo de literatura. A Sanjurjo le interesó la idea: presentó su idea para el seminario y, ya puesto en marcha, comprobó que otra cosa estaba naciendo. “Me di cuenta de que mi tarea desbordaba en un trabajo estrictamente de lectura porque ahí relacionábamos los textos con el cuerpo, la historia, la memoria. La necesidad de plasmar las inquietudes que surgían en el taller hizo que la experiencia se materializara en el primer número de la revista”, cuenta Sanjurjo, quien todavía no puede esconder la emoción que le provoca la aceptación que tuvo el proyecto. La revista Elba (sigla de En Los Bordes Andando), fue apadrinada por Taty Almeida y Osvaldo Bayer. Sobre el nombre de la publicación, Sanjurjo explica: “Fue un concepto que nació en una coordenada filosófica y estratégica que nos permitió trabajar en una institución tan rígida y refractaria a los cambios como lo es un penal, pero que, a su vez, como toda cárcel tiene fisuras que tienen que ver con el ámbito de la expresión por cuyos bordes decidimos caminar”. El primer número de la revista con los textos del taller de las mujeres –en cuya editorial Sanjurjo escribió: “Llevamos adelante el taller convencidos de la importancia de esta forma de hacer cultura en donde recuperar la voz es el primer paso. Y acá estamos, cambiando de posición y ocupando nuestro lugar de ‘sujetos de comunicación’”– llegó al penal de Marcos Paz y allí se replicó la experiencia.
A los talleres de Marcos Paz empezó a asistir Yair Biela, un chico de la calle que estuvo ocho años preso y hoy es muralista y compositor de tango. Sanjurjo (que además es coordinador del Observatorio de Políticas Públicas del Centro Cultural de la Cooperación) y Biela impulsaron este año la creación de la cooperativa En Los Bordes Andando. “Empezamos a darnos cuenta de lo difícil que era sostener los espacios. Nos costaba mucho proteger a las personas que iban a dar los talleres. Y los cambios en el servicio penitenciario hacían engorrosa la tarea con los pibes, ya que en seis años pasaron cuatro gestiones diferentes”, cuenta Biela. La cooperativa, además de ser un marco de contención en el que pueden canalizar sus problemáticas, les permite a los talleristas cobrar un sueldo como docentes. “La próxima camada de talleristas son los pibes que ahora asisten a los talleres. Entonces, los próximos sueldos son para ellos, y eso es muy importante porque se va armando una espiral de inclusión. Las cooperativas son herramientas fundamentales para la inclusión social, porque no dependen de las patronales, son autónomas y desestigmatizan a las personas condenadas socialmente por la máquina social que genera más encierro”, apunta Biela. Por su parte, Sanjurjo opina que “la cooperativa es una herramienta política que sirve para visibilizar la agenda de los contextos de encierro y a su vez es una fuente de inclusión social para las personas que estuvieron privadas de la libertad y permite construir un puente firme de contención con el afuera, ya que la cárcel no es un afuera social, sino que está estrechamente vinculada con lo que sucede en la sociedad y la estigmatización impide que se generen alternativas de inclusión desde lo laboral, lo simbólico y lo afectivo”.
Pero hay otro problema. Y no es menor. La Ley de Cooperativas prohíbe la participación en el consejo de administración a quienes hayan estado presos por robo o hurto hasta diez años después de que hayan salido de la cárcel. En pos de permitirle el acceso al consejo a los liberados, la diputada María del Carmen Carrillo (del Frente para la Victoria) presentó un proyecto de modificación de ese artículo de la ley 20.337 en Diputados. “Es una locura porque se duplica la condena de alguien que ya pagó por lo que hizo. Este artículo discriminatorio contradice a la Constitución en la parte en la que refiere a la inserción laboral. La cárcel no es una sede de esclavos baratos que hacen bolsitas y detergentes. Si el trabajo es dignidad y el trabajo enseña lo que cuesta ganarse el mango, es muy probable que los chicos salgan del delito a través de la cultura, del trabajo y la educación porque la inseguridad es no tener acceso a la salud, es que los pibes estudien adentro de un pedazo de furgón, es no poder darle de comer a tu familia”, dice Biela.
Para la cooperativa, entonces, la revista Elba es una parte fundamental del proyecto, ya que si bien comenzó siendo gratuita, ahora intenta convertirse en una fuente de trabajo. “En su momento, la usábamos para visibilizar la problemática y el potencial de los pibes a la hora de pensar –dice Biela–; poníamos plata cada dos meses y la idea era salir a regalarla. Como la cooperativa es una figura empresarial de inclusión laboral y económica, nos permitió tomar decisiones importantes. Las tapas se hacen con esténcil, entonces ninguna es igual a la otra y por eso tiene el estatus de un objeto de arte y las podemos vender a un mayor precio. De esas tapas hacemos una selección y la reproducimos en una tirada más amplia de mil ejemplares a menor precio en la que se genera una máquina para que haya pibes laburando”. Elba sale una vez por año y es el resultado de los temas que trabajan en el taller como el cuerpo, la ciudad, el tiempo y el poder (para cuyo número, el servicio penitenciario les compró libros de Michel Foucault).
Después de seis años, las quince personas iniciales pasaron a ser hoy más de setenta. Todos ellos participan en los diversos talleres –de pensamiento, expresión, periodismo, cine, música y esténcil– que organiza En los Bordes Andando y se realizan en la Unidad 31 del Complejo Federal de Detención de Mujeres de Ezeiza y en las Unidades 24 y 26 del Complejo Federal de Detención de Jóvenes Adultos de Marcos Paz. El séptimo número de Elba, dedicado a las pasiones, fue presentado el lunes pasado en el Centro Cultural de la Cooperación. De la mesa debate, participaron Silvina Prieto (la ganadora del premio de crónicas La Voluntad) y Yair Biela, entre otras personas comprometidas con la causa. La experiencia de todos estos años, Sanjurjo la resume en una anécdota. En uno de los primeros talleres en los que estaban trabajando con la temática del cuerpo, se le ocurrió llevar una docena de jazmines. Silvina Prieto, que era una participante muy activa, se quedó a un lado sin hablar. Sanjurjo se acercó para preguntarle si le pasaba algo: “Me dijo que hacía ocho años que no sentía el perfume de un jazmín. Y creo que este hecho se relaciona con el poder que te da recuperar la palabra. Adentro de la cárcel hay un borramiento de la identidad, de la historia. Y la literatura es una herramienta de supervivencia fundamental en el que uno encuentra un tono de vida para vivir y decir. En la voluntad de recuperar la voz hay un gesto de resistencia que recuerda que somos humanos y que uno tiene algo para decir”. Y con este ejemplo, especificó su batalla: “La escritura no es sólo una herramienta contra los estereotipos, sino una herramienta que tiene que ver con el reconocimiento simbólico y material de la dignidad del trabajo. La escritura no es sólo un gesto poético, sino que para nosotros es una línea estratégica de trabajo para pensar en el arte como una herramienta de inclusión que tiene que ver con la dignidad y sentirse valorado por lo que se dice”.
Fragmentos de la revista Elba Nº 7: Las Pasiones
Dos pasioncitas: el miedo y el sueño. Mi primer viaje en avión lo he hecho sola. Tuve mucho miedo durante esos 15 minutos que hay que transitar desde que se ingresa a Migraciones hasta que se llega a la puerta de embarque, esos 15 minutos durante los cuales uno piensa con claridad y razón: “Ya no puedo volver atrás, no puedo ir a abrazar de nuevo a quien ha venido a despedirme, porque ya pasé la barrera que divide estos mundos distinguibles, el mundo de la compañía analgésica y el mundo del transporte más lisérgico del universo, que nos lleva a miles de metros de altura en pocos segundos”.
Tanto miedo tuve que me puse a llorar, sintiendo en el pecho angustia rabiosa. ¿Por qué estaba sola en ese primer viaje en avión? Quería una mamá ahí, un novio, un hermano, una amiga, alguien, un papá, por Dios, alguien que me hablase de su plan de dormir porque está tan cansado, de sus ganas de comer un sánguche de miga con coca-cola, en fin.
Finalmente encontré a una viejita que fue mi compañera de asiento, y nos la pasamos intercambiando pareceres sobre cómo son más cómodas y disfrutables las fiestas: cuando son sin muchos protocolos, coincidimos.
Doce horas viajando, y el miedo ya estaba descansando en la bodega del avión, conversando con mochilas sin nombres bordados (mochilas que no podrían usarse para ir al Jardín de infantes).
Tenía miedo de morir sola. Miedo por aquí, por allá, y llega de una buena vez el Señor Soñar.
Alegrémonos con la siguiente anécdota.
El domingo prendí el fuego del asado con todas las cartas que un tipo me escribió durante cuatro años.
Más de uno me hizo el comentario respecto del sabor del vacío: “¿Está un poquito ácido?”.
Puede ser. Era vacío, de vaca. Y también un vacío poético que terminó limpiando la infección provocada por una trompada que le dieron a mi capacidad de creer.
Lo feliz es que el domingo nos reímos de comentarios tales como: “Qué pancho que es el Pollo”, “a los giles ni cabida”, “René Descartables, ¿habrá dudado de que lo necesitamos sólo por un rato?”.
Domingo, asados los cuerpos al sol. Asando un vacío para llenarnos la panza con pasión. ¿Con cuál? Con la pasión de soñar, que es una pasión que anda por ahí, 1.000 km. más allá del miedo.
Prendí fuego un miedo –“en cualquier momento viene el golpe”– que me tenía tortuguizada y fue así que por esas horas se encendió el sueño de viajar un mes por Jamaica, entrevistando a los amigos de Bob, o a los amigos de sus amigos.
(Todo porque dicen que Jamaica es el único sitio donde pueden regenerar la capacidad de confiar, esa capacidad-tejido que, una vez rota, sólo nos habilita a reír con niños).
Pasiones que se cucharean sin pausa.
Del miedo salimos quemados, y de los sueños –gracia’Dio’– no salimos.
Los Pléyades, desde el Sur.
Sin título. Pasiones, millones infinitos de sentimientos. Locuras imposibles de olvidar, amor, ira, fanatismo en mi caso, porque, por los colores que llevo tanto en mi corazón como en mis venas, espero ese domingo inalcanzable, con el reloj trabado, con la ansiedad que me lleva a comerme las uñas, y todo a lo que te lleva la desesperación. Amar un club, una fundación, una institución, o como quieras interpretarlo, es una pasión que no quiero que desaparezca jamás. Lo importante de todo este concepto que yo mismo deslizo, todos tenemos pasiones y el que no encontró la pasión todavía, le digo que seguro, en realidad es un hecho, la pasión sólo tiene que despertarse. Club Atlético Lanús / nací para amarte, / vivo para seguirte, / nunca imaginé algo mejor.
Nicolás Z.